Venezuela muestra claramente el experimento fallido de un modelo enfermizo basado en una ideología bucólica mal entendida y un populismo mesiánico militar. Lo que vemos en Venezuela es el resultado de fallas no resueltas de impunidad en un sistema democrático débil que trajeron como consecuencia hace 17 años a un ególatra autoritario e incapaz llamado Hugo Chávez. El desmontaje de lo que Chávez llamo la “Cuarta República” y su sustitución con un modelo llamado “Socialismo del Siglo XXI” no fue más que el acomodamiento de sectores de elites corruptas existentes con un nuevo grupo ávido de corrupción y poder bajo una mentira revolucionaria.
Chávez personalmente favoreció la existencia de un sistema sin controles o instituciones, donde toda persona estaba a la libre oferta y demanda de la corrupción. La centralización de todos los poderes bajo una sola persona, la cual carecía de la experiencia para gobernar, pero la alta renta petrolera le permitía el lujo de dilapidar toda la regalía petrolera en falsos programas sociales y en una ineficiencia sin precedentes. Chávez recibe un barril de petróleo en US $ 8 y a los cuatro meses de estar gobernando sube a US $ 42, para ubicarse por varios años a niveles superiores a los US $ 90 por barril.
La caída del barril de petróleo hace que el gobierno sustituya el ingreso petrolero por modelos relacionados con el crimen organizado y por una gestión económica de crisis para poder mantener la corrupción del sistema. Vemos como se usan los aeropuertos y vías aéreas y marítimas de Venezuela para el narcotráfico y el sistema bancario para el lavado de capitales producto del crimen, como estructura alterna económica. Por otro lado se impone un control cambiario de divisas para mantener el control de la economía. Paralelamente el gobierno va progresivamente incrementando el control autoritario de las instituciones y de la población mediante la represión y la violación masiva de derechos humanos. A nivel internacional el Gobierno de Hugo Chávez va comprando voluntades con el petróleo para poder generar solidaridad y se convierte además en un buen vendedor de su imagen “social” dentro y fuera del país.
La crisis que hoy vemos en Venezuela de violencia endémica, de carencia de comida, carencia de medicinas, crisis del sistema hospitalario, carencia institucional e inexistencia del estado de derecho arranca con Hugo Chávez y se intensifica a su muerte con Nicolás Maduro y la red de corrupción y crimen a su alrededor. Para poder entender a Venezuela se debe tener presenté que no es una dictadura tradicional, es un sistema basado en el crimen, donde lo que están defendiendo Nicolás Maduro, Tareck El Aissami, Diosdado Cabello, Padrino Lopez y otros, es su propia existencia, porque sus crímenes van más allá de abuso de poder o corrupción, hablamos de crímenes de lesa humanidad, narcotráfico y crimen organizado. Por el otro lado, el sistema de corrupción ha venido también permeando a diversos liderazgos de la oposición, lo cual ha permitido que entren en complicidad con el gobierno por miedo o por mantener sus preventas. La oposición en estos años ha venido avanzando pero se equivoca en opciones de dialogo por impericia o por complicidad.
La decisión del Tribunal Supremo de Justicia, controlado directamente por Maduro y sus cómplices, de eliminar a otro poder, el legislativo, abrió el camino a una serie de manifestaciones diversas en todo el país que han sido reprimidas violentamente por el Gobierno de Maduro, lo cual ha llevado a numerosas condenas a nivel internacional. El escenario de ebullición de la conflictividad en lugar de calmarse luego de una semana de protestas, pareciera seguir incrementando la radicalización y la violencia.
Los líderes de la Mesa de Unidad Democrática (MUD), plataforma de partidos de oposición, han sido obligados a cambiar un discurso conciliador y en su lugar han tenido que sumarse a las protestas de calle como única alternativa de procurar contrabalancees con el régimen.
Con la conflictividad interna por un sector del país, se suma la carencia de servicios, medicinas y comida, que podría generar que se sumen sectores populares a la protesta colectiva. Por otro lado, hay un abandono de aliados tradicionales internacionales al Régimen de Nicolás Maduro e instituciones como la Organización de Estados Americanos, más de 22 gobiernos de las Américas y la mayoría de organismos de derechos humanos vienen sumando sus acciones para buscar el retorno de la democracia a Venezuela. Las sanciones de Estados Unidos pueden verse imitadas por la Unión Europea y por diversos países Latinoamericanos, incrementando el aislamiento de Venezuela. Para Maduro solo le queda el reducto de gobiernos autoritarios del Alba.
Ningún gobierno o entidad criminal deja el poder por voluntad propia, porque sabe que su alternativa es la cárcel. La presión nacional e internacional puede llevar a la dictadura al verse acorralada a ceder o a negociar políticamente una entrega parcial o total de poder a cambio de mejores condiciones de salida del poder. Una combinación entre manifestación pacífica, que no caiga en la tentación de la violencia o de esperar respuestas militares, con presión directa de gobiernos y organismos internacionales, así como la limitación de la movilidad económica (control de cuentas) o física (restricciones de visas) de los jerarcas del régimen y sus colaboradores, puede abrir la puerta para una negociación política de alto nivel.
Por el lado de la oposición necesita mantener una estrategia de manifestación e irreverencia pacifica de calle, pero al mismo tiempo sustituir la MUD por una mayor coalición de fuerzas y visiones opositoras que incluya a la academia, los estudiantes, los trabajadores, los ex Chavistas, las organizaciones de derechos humanos, sectores productivos y otros sectores que representen a sectores populares. Debe además sumar a la diáspora de más de 3 millones de venezolanos en el exterior. Debe sumar al pueblo al cual no le llega la información o se encuentra amenazado por colectivos violentos controlados por el gobierno. Debe mantener una acción permanente interna con una estrategia efectiva internacional. La comunidad internacional debe seguir limitando la movilidad del régimen criminal de Maduro y avanzando en procesos de sanciones a sus funcionarios, incluyendo agilizar los juicios pendientes en la Corte Penal Internacional.
La presión debe ir acompañada de una “negociación política” internacional y nacional de alto nivel, con presidentes activos comprometidos (no expresidentes e instituciones fallidas como sucedió con el falso diálogo de finales de 2016), que necesariamente incluya a la OEA, que pueda imponer a corto plazo un cronograma de elecciones generales (presidenciales y todos los poderes), reforma electoral y sustitución de autoridades electorales que generen confianza, observación electoral nacional e internacional creíble, rescate de las instituciones, terminar la represión inmediatamente, enjuiciar al los violadores de derechos humanos, y atender prioritariamente la grave crisis de alimentos y medicinas. Venezuela se encuentra en un estado de dependencia internacional, la producción nacional es casi nula y sólo se mantiene de la venta petrolera y del mercado ilegal, pese a los discursos altaneros del gobierno de Maduro, ellos saben de sus fragilidades y de que están jugando es a alargar su propia salida. Una buena negociación que les permita evitar mayores derramamientos de sangre sería preferible a locuras militares inaceptables o el caos total.