Intervención del Embajador de Panamá Guillermo Cochez en la sesión del Consejo Permanente de la OEA
Verion M, CP 16 de enero 2013
Señor Presidente
Durante los dos últimos años hemos dedicado tiempo valioso para discutir la Carta Democrática Interamericana, documento que en un momento se creyó definiría la razón de ser - y el futuro - de nuestra Organización. Pocas veces participé en dichas discusiones al considerar, al igual que muchos aquí y fuera de aquí, que dicha Carta es violentada a diario - e impunemente - por algunos de los aquí representados. Con aquello de que los intereses económicos y los objetivos políticos están por encima de cualquier principio democrático, por costumbre, comodidad o complicidad se ignoran selectivamente esas violaciones. En ocasiones, en este augusto salón dedicado al Libertador Simón Bolívar algunos han tratado de justificarlas mientras otros inclusive las celebran.
Pese a cualquier otro tipo de consideración, la democracia y sus valores deben estar por encima de todo. Sólo un país en nuestra América se mantiene al margen de este foro simplemente porque rehúsa acatar los principios por todos nosotros consignados en la Carta Democrática Interamericana. No tengo que mencionar al país pero si puedo decir que hoy está dando demostraciones claras de porque no ocupa un puesto en esta mesa.
Es movido por estas contradicciones y vacilaciones que hoy hablaré brevemente de lo que ocurrió en uno de los países aquí representados y más extensamente sobre lo que ocurre en este instante en otro.
Déjenme comenzar con algo de historia. En Paraguay desde 1954 a 1989 hubo "democracia", según la definía su dictador Alfredo Stroessner, reelecto en el cargo ocho veces consecutivas. Había Asamblea Legislativa, existía Órgano Judicial que a pies juntillas respondía los intereses del "demócrata" Stroessner. De once años lo vi en mi país cuando en 1956, en ocasión de la Conmemoración del Congreso Anfictiónico de Panamá, se dieron cita Stroessner, Batista, Trujillo, Somoza y otros déspotas americanos que, con distintos argumentos, también se hacían pasar por "demócratas".
Esos mal llamados demócratas, deportaron a su indefensa madre, a una pequeña hermana de 13 años, y a él, que sólo contaba con 16 años. Estuvieron presos en la tristemente célebre Escuela de Mecánica de la Armada Argentina. Sabrá Dios cuántos allí murieron o desaparecieron. Me refiero a nuestro colega, Martín Sannemann, digno representante del Paraguay en este foro donde, el pasado año, tanto patalearon los que hoy –han quedado en evidencia como cultores de dos tipos de democracia: la de ellos y sus amigos, y la de los demás. Y no se es democracia porque uno o unos así lo decreten, se es democracia cuando todos así lo reconocen.
Verion M, CP 16 de enero 2013
Señor Presidente
Durante los dos últimos años hemos dedicado tiempo valioso para discutir la Carta Democrática Interamericana, documento que en un momento se creyó definiría la razón de ser - y el futuro - de nuestra Organización. Pocas veces participé en dichas discusiones al considerar, al igual que muchos aquí y fuera de aquí, que dicha Carta es violentada a diario - e impunemente - por algunos de los aquí representados. Con aquello de que los intereses económicos y los objetivos políticos están por encima de cualquier principio democrático, por costumbre, comodidad o complicidad se ignoran selectivamente esas violaciones. En ocasiones, en este augusto salón dedicado al Libertador Simón Bolívar algunos han tratado de justificarlas mientras otros inclusive las celebran.
Pese a cualquier otro tipo de consideración, la democracia y sus valores deben estar por encima de todo. Sólo un país en nuestra América se mantiene al margen de este foro simplemente porque rehúsa acatar los principios por todos nosotros consignados en la Carta Democrática Interamericana. No tengo que mencionar al país pero si puedo decir que hoy está dando demostraciones claras de porque no ocupa un puesto en esta mesa.
Es movido por estas contradicciones y vacilaciones que hoy hablaré brevemente de lo que ocurrió en uno de los países aquí representados y más extensamente sobre lo que ocurre en este instante en otro.
Déjenme comenzar con algo de historia. En Paraguay desde 1954 a 1989 hubo "democracia", según la definía su dictador Alfredo Stroessner, reelecto en el cargo ocho veces consecutivas. Había Asamblea Legislativa, existía Órgano Judicial que a pies juntillas respondía los intereses del "demócrata" Stroessner. De once años lo vi en mi país cuando en 1956, en ocasión de la Conmemoración del Congreso Anfictiónico de Panamá, se dieron cita Stroessner, Batista, Trujillo, Somoza y otros déspotas americanos que, con distintos argumentos, también se hacían pasar por "demócratas".
Esos mal llamados demócratas, deportaron a su indefensa madre, a una pequeña hermana de 13 años, y a él, que sólo contaba con 16 años. Estuvieron presos en la tristemente célebre Escuela de Mecánica de la Armada Argentina. Sabrá Dios cuántos allí murieron o desaparecieron. Me refiero a nuestro colega, Martín Sannemann, digno representante del Paraguay en este foro donde, el pasado año, tanto patalearon los que hoy –han quedado en evidencia como cultores de dos tipos de democracia: la de ellos y sus amigos, y la de los demás. Y no se es democracia porque uno o unos así lo decreten, se es democracia cuando todos así lo reconocen.
Una de las principales virtudes de todo sistema democrático es la rendición de cuentas: así los ciudadanos conocen del estado de la hacienda pública y de todo cuanto acontece en la estructura de gestión del Estado. Ya en una ocasión, cuando en diciembre pasado nuevamente se internaba en un hospital cubano el Presidente de Venezuela, todos le deseamos una pronta recuperación. Con mis mejores deseos, señalé que se debía, además, explicar con más claridad su estado de salud, derecho inalienable del pueblo de conocer los detalles de la enfermedad de su presidente. Sembrar dudas y alimentar los rumores no puede, ni debe, ser práctica de democracias y demócratas. El pueblo tiene derecho a ser informado, el Estado tiene la obligación de informar y punto; no hay lugar para discutir. No es invadir el plano privado de una circunstancia penosa, ni mucho menos atentar contra el régimen establecido; simplemente es evitar la zozobra asociada con los vacíos y silencios que terminan por alterar la relación del elector con el elegido, y el sosiego de todos los ciudadanos y vecinos.
El pasado 10 de enero, mediante una interpretación constitucional, se determinó que el comienzo de un período presidencial es un mero formalismo cuando se trata de un presidente reelecto. Es preocupante que organizaciones como Human RightsWatch hablen de un amalgamiento inconveniente de los poderes públicos donde todos estos han pasado a depender del Ejecutivo.
Especialistas en derecho constitucional de Venezuela y el mundo, así como la Iglesia Católica de ese país, se han manifestado de manera inconforme a la mencionada interpretacion.
El ex presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, preso durante la dictadura de Pinochet, José Fernando Zalaquett, señaló en entrevista de lectura obligatoria, que “el dictamen de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela constituye una prueba de su falta de independencia y del debilitamiento institucional, concluyendo que, si bien no es una dictadura clásica porque provino de las urnas, estamos en presencia de una democracia enferma.”
Lo que nos debe doler a los demócratas aquí congregados, es que La Secretaria General de esta Organizacion se ha precipitado a convalidar una serie de eventos cuestionados en su fundamento legal. Como resultado y hasta tanto no corrijamos semejante entuerto, la OEA entera se ha vuelto cómplice involuntaria de lo presimiblemente ocurrido el 10 de enero, de ser ciertos los cuestionamientos hechos sobre esos eventos.
De no hacer nada ante esta potencial violación de claros preceptos de la Carta Democrática, propondría que busquemos la forma de ir clausurando ordenadamente, y para siempre, esta organización. Un número importante de países miembros - incluyendo lamentablemente algunos que deberían entender mucho mejor lo que hacen - han optado por desconocer cuál es nuestro verdadero compromiso y parecen ignorar cuáles son las consecuencias de abandonar la promoción y defensa de la democracia.
Cumplamos con la Carta Democrática Interamericana –exigiendo así se respeten las Constituciones de nuestro Continente.Procuremos el respeto de la dignidad humana de todos nuestras personalidades politicas.
En los casos de Honduras y Paraguay exigieron respeto a la legalidad, pero varios hoy hacen caso omiso de la legalidad que tanto esgrimieron para otros.
No sepultemos a la OEA, aseguremos que la verdad nos guie todos los días en dirección a un hemisferio de democracias fortalecidas y líderes democráticos en comunión con una Carta Democrática que hoy debemos invocar sin titubeo. Cambiemos la imagen que un reputado chileno y estrecho amigo de nuestro Secretario General tiene sobre la OEA: "un árbol seco en la llanura: no se derrumba, pero no tiene vida."Para terminar citaré esta frase célebre: “Si un hombre fuese necesario para sostener el Estado, ese Estado no debería existir ; y al fin no existiría.” Simón Bolívar.
Muchas gracias,