El “socialismo” o lo que los entrevistados asumen por ese término, es un modelo favorable para un 40% de los encuestados por Victims of Communism Memorial Foundation (VOC)
Ha sido publicada la nueva encuesta de la organización Victims of Communism Memorial Foundation (VOC) sobre las preferencias de la sociedad norteamericana sobre el socialismo, comunismo y el colectivismo (U.S. Attitudes Toward Socialism, Communism, and Collectivism). Esta encuesta procura evaluar las preferencias de la población mayor de 16 años sobre modelos políticos y económicos, mediante la entrevista directa a 2 mil 100 estadounidenses.
La encuesta refleja que el término "capitalismo" todavía se considera más favorable, pero ha venido disminuyendo ligeramente en cuanto a las preferencias de modelos económicos. En general, el término "capitalismo" se considera mucho más favorable que los términos que describen a otros sistemas económicos, sin embargo, ha tendido a disminuir en 6% desde el 2018 cuando un 61% de los encuestados indicaba que era su modelo de preferencia, contra un 55% en el 2020.
En cuanto al “socialismo” o lo que los entrevistados asumen por ese término, es un modelo favorable para un 40% de los encuestados, un crecimiento del 4% desde el 2019. En particular ha crecido entre la llamada generación Z (16-23 años) en 9 puntos, generación X (40-55 años) en 6 puntos, y los baby boomers (56-74 años) en 5 puntos.
Un gran porcentaje de los que se consideran socialistas opinan en un 53% que se les insulta si les llaman “marxistas” y 67% se sienten insultados si se les llama “comunista”, en este último caso el porcentaje que opina esto ha subido 6 puntos desde el 2019.
La encuesta revela un dato preocupante, la favorabilidad del término “marxismo” está disminuyendo entre los millennials (24-39 años) y aumentando para la generación Z. El “marxismo” todavía tiene la mayor preferencia entre la generación Z (30%) y los millennials (27%), en comparación con otras generaciones. Sin embargo, la favorabilidad del “marxismo” ha bajado 9 puntos para los millennials, mientras que ha subido 6 puntos para la generación Z desde 2019. El 26% de la generación Z cree que el marxismo se parece más a un estado totalitario que suprime la libertad de sus ciudadanos, en comparación con el 72% de la generación silenciosa (mayores de 75 años) y 58% de los boomers.
En general, el 85% dice que sabe al menos un poco sobre socialismo. Sin embargo, el 68% de los estadounidenses no define el socialismo como el gobierno y no entiende los términos de control estadal y de controles económicos y sociales.
El problema no es la búsqueda de una sociedad mas igualitaria o el sentido de justicia social dentro del discurso socialista, es el populismo que surge de la dialéctica lo que representa un riesgo para la sociedad estadounidense. Los extremismos de izquierda y derecha son peligrosos para toda sociedad, representan gríngolas divisorias que traen la ineficiencia de los gobiernos, violencia y la pérdida del sentido de comunidad.
El segundo problema es el abuso del mensaje socialista para esconder ineficiencias de políticos incapaces. Bajo las banderas del gasto social se esconden múltiples ineficiencias y corrupción en el manejo de programas sociales y beneficios colectivos. La alternativa a la ineficiencia siempre resulta en políticas erradas de incremento de impuestos supuestamente a los más ricos, pero la realidad es que los más ricos no pagan impuestos porque se protegen con estructuras financieras internacionales que les dan la posibilidad de un máximo de 15% impositivo antes de descuentos por deudas y pérdidas. Al final es la clase media trabajadora la que tiene que pagar todas las ineficiencias de los sistemas burocráticos y del populismo de políticas sociales mal elaboradas. Sistemas de salud a medias que resultan al final más costosos, rentseeking estructural, abusos de operadores de programas sociales, estructuras de redistribución que son abusadas por los que menos las necesitan, estafas con programas gubernamentales… y para usted de contar.
La piñata del COVID-19 que benefició más a los campos de golf que a familias más necesitadas es una prueba de los errores de diseño de las políticas públicas. La intervención del estado no es garantía de éxito en sistemas de redistribución.
En Estados Unidos hay una clara percepción de lo injusto del sistema actual. En la encuesta de VOC, más de la mitad (68%) de los estadounidenses piensan que los que más ganan no están pagando su parte justa en impuestos, el 49% dice que un cambio completo de nuestro sistema económico es parte de la solución.
Pero decir que Estados Unidos tiene un modelo 100% capitalista es un grave error, eso representaría una sociedad estructurada solo en el libre mercado, sin ninguna intervención del Estado. Tenemos un gobierno que vigila nuestras actuaciones, que controla la movilidad por motivos de seguridad y que activamente interviene en nuestras libertades. Realmente tenemos un gobierno que interviene en los mercados asignando tasas de interés, que regula el comportamiento de los operadores financieros, que interviene comprando las deudas de hipotecas, que financia programas sociales como el Medicare, Medicaid, Food-Stamps (SNAP), Affordable Care Act, Dissaster Relieve Funds, fondos de desempleo, entre muchos otros.
De hecho, si nos ponemos a calcular, un ciudadano de clase media paga casi el 50% de sus ingresos entre Federal Income Tax, Fica Tax, State Tax, Property Tax, Local Tax, Luxury Tax y Sales Tax. A ellos sumamos nuestras contribuciones con el sector sin fines de lucro con donaciones a las iglesias, organizaciones sociales y organizaciones con causas específicas. En otros países los sistemas de salud y educación universitaria se incluyen dentro de los beneficios del pago de impuesto, en Estados Unidos no sucede esto, así que a todo el arcoíris de impuestos que pagamos debemos sumarle el costo de los seguros de salud (que pagamos directamente o que pagan nuestros empleadores) y los costos de pago de matrícula de los Colleges/Universidades de nuestos hijos. Al final pagamos igual o más en impuestos y gastos supuestamente orientados al funcionamiento del Estado, prestación de servicios y la redistribución social que algunos países que se definen como socialistas.
Después de todo eso, ¿realmente se piensa que estamos en un país 100% capitalista?.
Es interesante en la encuesta cómo una sociedad individualista, usa libremente mensajes colectivistas y cuando le preguntan la mejor forma de solucionar sus problemas, la encuesta de VOC refleja un incremento en 7 puntos desde el 2019 en individuos que confían solamente en sí mismos para solucionar sus intereses (generación Z de 66-77%, millenials 66-82% y Gen X 86-91%). Si bien la preferencia a modelos socialistas crece, la desconfianza hacia el estado está en sus niveles más altos. Pero aun así un 26% de la población se inclina por cambiar el modelo político hacia un socialismo.
La encuesta también incluye las percepciones de diversos sistemas socialistas y comunistas, evaluación de preferencias políticas, así como otros datos muy interesantes.
Claro, lo anterior no quita que estemos en una sociedad que conserva grandes divisiones raciales, inequidades, abusos y desigualdades. Un país con grandes fallas estructurales y deficiencias en los sistemas educativos, así como con problemas en los valores de muchas comunidades. Pero eso no se cambia con el mero discurso político o con mayor intervención del Estado.
Los cambios estructurales no vienen de la mano de canticos, discursos o pintas en las calles; se requiere un cambio del contrato social y de revisar las causas reales de las inequidades. Asumir modelos políticos o económicos no soluciona el racismo. El cambio del discurso de los políticos hacia mensajes más progresistas no soluciona las barreras educativas. Es eliminar el rent-seeking y las ineficiencias en el modelo político-económico actual. No es cobrar más impuestos, lo que necesitamos es que se usen bien los impuestos excesivos que pagamos y se eliminen las trampas fiscales que muchos aprovechan para no pagar nada. Es muy fácil prometer un universo de programas sociales y crear la ficción de que “alguien” pagará, pero ese es el camino claro a seguir con la división actual. Es fácil proteger intereses y prerrogativas de grupos poderosos con discursos religiosos o sembrando el temor en la población.
La ineficiencia de los políticos, no importa si se venden de progresistas o conservadores, en promover políticas publicas adecuadas, en legislar sin priorizar sus intereses y en lograr consensos, no se va a cambiar con discursos ideológicos.